En los mismos años, los nuevos arrendatarios del hotel
trajeron de Sevilla a un empleado gallego, para botones y mandadero, como se
decía entonces. Era de esas personas que
por mucho tiempo que pasen fuera de su región, no pierde su forma de hablar ni
su acento.
A pesar de que llevaba
bastantes años en Sevilla, era dificilísimo entenderlo. De vez en cuando iba a
Galicia a visitar a la familia. Poco se le entendía antes de ir, pero lo que
era al volver, no había manera de cogerle palabra. Su pueblo natal pertenecía
al Ayuntamiento de Mondariz, y muchos le preguntaban cómo se pronunciaba, si
Mondariz o Mondáriz.
El siempre contestaba lo mismo con cierta irritación y un
marcadísimo acento gallego:
“¡¡Mondariz será Mondáriz cuando la nariz sea náriz...!!”
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