Finalizada la Guerra
Civil (1936-1939), y recuperado el patrimonio, la sociedad
acordó reconstruir el Gran Hotel Balneario que aún se encontraba tal como quedó
al terminar la contienda, habiendo sido durante la misma Hospital Militar y
sede del 318 Batallón de la 80 Brigada Mixta, que también ocupó otros edificios
en el pueblo, (estos últimos datos de “Villa de Marmolejo”).
Planificadas las obras, en 1942/43 se encontraron que
en el pueblo no había ni agua potable general, (los carros cuba surtían al
pueblo), ni alcantarillado. Decidieron
subir el agua del río desde una toma que había, y hay, en el muro de protección
de Fuente Agria, para regar los jardines y el parque, (en aquellos años el río
no tenía la contaminación de hoy) así que con la motobomba que estaba instalada
en el pozo del transformador, elevarla hasta la alberca de la huerta que estaba
frente al hotel y de ahí pasando la carretera y el jardín almacenarla en un
gran aljibe existente detrás del hotel. Las aguas negras se vertían en una fosa
séptica de 2 secciones detrás del edificio Casa Gerencia.
Inaugurado el 1º de septiembre de 1945 se cubrió, como
en 1923, la falta de un alojamiento superior a todos los que había en la
población, para clientes de una categoría social y económica, que hasta
entonces no acudía por falta de un hotel adecuado. Igual que entonces, estaba
dotado de los últimos adelantos en hostelería, que hacían de él un hotel
moderno y confortable. Abierto desde el 1 de abril al 31 de mayo y del 1 de
septiembre al 31 de Octubre.
La dirección la llevó Joaquín Valentín, que había trabajado en el
Hotel Ritz de Madrid, y como encargada general su esposa Lupe. Este director
era un profesional de la hostelería muy riguroso, tanto en el trato atento al
cliente hasta el más mínimo detalle para ofrecerle el mejor servicio, no como
el del hotel de donde procedía, al no tener éste las mismas proporciones, pero
sí lo más completo posible. El personal de comedor, cocina y
recepción-administración, los traía de Madrid.
Un problema que no se solucionó, para el día de la
inauguración, fue el de la instalación del teléfono en el hotel. Solicitado con
tiempo a la Compañía Telefónica
Nacional de España, así se llamaba entonces Telefónica, por las razones que
fuesen, posiblemente falta de material, llego el día y el teléfono no estuvo
instalado, dándose la circunstancia que ni en todo el mes de septiembre ni en
el de octubre, estando los clientes y la dirección del hotel incomunicados esa
temporada. ¿Cómo se solucionó? pidiendo el favor al dueño del teléfono más
próximo, para recibir y hacer llamadas desde él. ¿Cuál era este?
La fábrica de
anisados Anís Marmolejo, conocida como el “alambique”, estaba situada junto al hotel, en
la misma acera subiendo hacía el pueblo. El propietario Luís Espinosa, viendo
el problema accedió, muy amable, a que desde su teléfono los clientes hicieran sus
llamadas y las recibieran. Al terminar de hablar se pedía a la centralita el
importe para abonarlo al Sr. Espinosa y cargarlo en factura al cliente.
Por las gestiones que he hecho, en aquel año 1945, los
teléfonos que había instalados en el pueblo podrían ser unos 30, y el alambique
tenía el número 8. Estos teléfonos estaban sujetos a la pared y en la parte
derecha tenían una manivela para llamar a la centralita, el auricular estaba colgado
a la izquierda y unas campanillas en la parte superior, como las de algunos
despertadores, que daban la llamada. La centralita estaba en la calle Iglesia,
en el “angostillo”, la casa siguiente a la de don Julio Vizcaíno. Las líneas
interurbanas que tenía esta centralita eran dos; una con Córdoba y otra con
Andújar. ¡Por esas dos líneas pasaban todas las llamadas que se hacían desde
Marmolejo a toda España y las que recibía! Hoy en 2014, por mucha imaginación
que se ponga cuesta comprende esto. Pero hay más, al pedir a la centralita hacer
una llamada fuera de la localidad, eso era pedir una conferencia, se daba el
nombre de la ciudad o pueblo y el número, tomaban nota y se le preguntaba qué
demora tendría. Demora sí. Esta podría ser entre una hora, o dos.... !!o cinco...¡¡ según a donde se
llamara.
Las personas, tanto del pueblo como agüistas, que no lo
tenían y necesitaban comunicarse con algún familiar u otro caso, acudían a la
centralita y pedían a la telefonista un “Aviso de conferencia” para que una
determinada persona que residía en tal ciudad o pueblo, acudiera a aquella
centralita a una hora determinada para hablar con ella. Igual ocurría desde
otras ciudades o pueblos hacia Marmolejo. Telefónica tenía un servicio de
reparto de estos avisos.
Marmolejo en aquel tiempo tendría unos 6.000 habitantes
y, más los agüistas, en temporada habría una población de… pongamos 8.000
personas. Pero en aquel tiempo lo normal no era, como ahora, hablar por
teléfono, lo normal era escribir cartas. Las industrias, comercios, familias,
los soldados con las familias y las novias, todos se comunicaban por carta. Se
daban casos en los que, personas que no sabían leer ni escribir (que los había)
recibían cartas, y terceras personas se las leían y las contestaban en su nombre. El teléfono en
aquel tiempo, era un lujo y escaso.
Al año siguiente instalaron el teléfono en el hotel, el
número 21, de las mismas características que el del “alambique”, estaba en la
conserjería y un supletorio en una cabina para hablar el cliente. Con el tiempo
fueron ampliando la centralita del pueblo, instalando teléfonos a más abonados,
luego cambiaron los de manivela por unos semiautomáticos, hasta que en el año
1977 instalaron los automáticos.
En el hotel pusieron una centralita y teléfonos en las principales habitaciones desde
los que el cliente podía hacer él las llamadas. Hay una anécdota de una persona
que ponía avisos de conferencia a un familiar que vivía en un pueblo de Sevilla
y que ya tenía teléfono, al enterarse de que con el automático desaparecerían
la centralita, la telefonista, y el locutorio, y que habría cabinas instaladas
en el pueblo para llamar directamente, ignorante de la tecnología que había
entre él y su familiar, se preguntaba
"¿...y este aparato como va a saber que yo quiero
hablar con un familiar que vive en un pueblo de Sevilla? "
De vivir hoy se asombraría de cómo con los
móviles de última generación o las tabletas, entre otras muchas cosas, puedes
hablar con él y verlo al mismo tiempo. Seguro que diría que eran cosas
diabólicas.
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