Tal era la concurrencia que, en algunas temporadas,
sobre 1947/48, había días que el lleno era total, y algunos clientes venían sin
avisar ni hacer reserva de habitaciones, en la confianza de que tendrían
alojamiento.
Se dieron casos de que al estar el hotel al completo, tener que
utilizar, para los clientes, las
habitaciones del personal que estaban en el sótano, y los trabajadores
improvisarle camas en las buhardillas.
Y, ya completas estas también,
acondicionar el salón o el bar, poniendo colchas en las puertas de cristales
y habilitándolos como habitaciones...
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