Otro caso de la bondad de las aguas y la fe en
ellas de los enfermos lo dio otro cliente del hotel. Después de la
reglamentaria visita al médico, y al mismo día siguiente de tomar los primeros
vasos de agua prescrita se sentía tan recuperado que, a la hora del almuerzo, le
dijo al camarero “tráigame dos huevos fritos que llevo cinco años sin probarlos…”.
Los clientes se interesaron durante el resto del día de cómo le habían sentado
los huevos fritos. Tan bien le sentaron... que al día siguiente repitió.
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