Había
agüistas que venían con una gran fe en las propiedades curativas de las aguas minero-medicinales
de los manantiales del balneario. Llegó una señora de Ciudad Real con un estado
de salud muy delicado, toda amarilla, delgada, apenas se tenía en pié. Padecía
del hígado y después de varios tratamientos que no hicieron el efecto deseado,
le hablaron del balneario de Marmolejo, del efecto de sus aguas minero-medicinales
y de las mejorías que habían tenido otros pacientes con dolencias perecidas.
Consultó a su médico de cabecera y le mostró su deseo de venir a Marmolejo a
hacer una cura de aguas. La opinión del médico fue contraria, diciéndole que
debía seguir con lo que le recetaba.
Ella por su cuenta y riesgo se
vino a Marmolejo y después de pasar la consulta con el Médico Director del
balneario, éste le prescribió la
cantidad de agua que debía tomar y cuantos días. Al poco tiempo empezó a verse
la mejoría que el agua minero-medicinal
estaba produciendo en su organismo. Tanto es así que pasadas tres semanas era
otra persona diferente a la que vino. Dejó de estar amarilla, ganó peso, su
aspecto mejoró grandemente y, al marcharse, dijo que la primera visita en
Ciudad Real sería a su médico de cabecera para que viera como estaba.
Al volver el año siguiente, contó la sorpresa que se llevó el médico al verla,
preguntándole “que donde había estado y que tratamiento había seguido...”. Al
decirle que sólo había tomado las aguas en Marmolejo, no daba crédito a la mejoría...
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