miércoles, 19 de noviembre de 2014

22.- Se me va la luz

Este mismo don Fernando que daba lecciones de toreo, también era aficionado a la pintura. En Madrid, tomaba clases en Bellas Artes, aunque el toreo de salón se le daba mejor que la pintura. Todas las mañanas después de desayunar y a eso de las diez, en la terraza delante del comedor, instalaba el caballete, lienzo, paleta de colores y se quedaba mirando a lo que pretendía pintar. Solía ser la noria, la higuera frondosa y la casita de aperos que había  en frente en la huerta de “Perdigón”, un encuadre muy artístico para un pintor. Al comenzar a las 10 de la mañana, tenía  el sol a su derecha haciendo sombras a la izquierda, y como la jornada de pintura se prolongaba hasta la hora del almuerzo ‘hipnotizado por el paisaje”, las sobras cambiaban. Él disgustado comentaba “se me va la luz…”, y así, a cada poco, “se me va la luz...” y  rectificaba sobre lo pintado anteriormente.  Ni que decir tiene que, en la tela, la pintura iba terminando en relieve. También en esto tenía sus admiradores que le acompañaban escuchando sus comentarios...

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