martes, 28 de octubre de 2014

16.- Ascenso

Ese mismo año 1945 comencé a trabajar en el hotel como botones, igual que Ignacio Vergara. Mi padre, Manuel Méndez Moraga, pertenecía a la plantilla del Balneario, pero en las temporadas estaba en la conserjería, y antes, bajo su dirección, habían plantado el jardín del hotel.

Todavía con el uniforme de botones. Mi padre aparece detrás de mí, con la camisa blanca...

Ocurrió que en una de las temporadas del año siguiente, el recepcionista-administrador cayó enfermo de cierta gravedad y fue trasladado a Madrid. El hotel estaba esos días al completo, el director preocupado por cómo solucionar el problema, ya que traer a otro desde Madrid, supondría paralizar todo el movimiento de las cuentas de los clientes, con el grave perjuicio que creaba el que uno o varios clientes se marcharan de momento y ¿quién les haría las facturas? tras pensarlo se dirigió a mi padre diciéndole, “Méndez,  ya ve el problema que tenemos, ¿sería su hijo capaz de sacar adelante el trabajo de este empleado que ha enfermado?” A lo que contestó, “para saberlo, póngalo a que lo haga, a ver si es capaz”.


 Dicho y hecho, en ese mismo momento dejé de ser botones a ser recepcionista. Y resultó que fui capaz de sacar adelante todo el movimiento diario de las cuentas de los clientes y al final de temporada, también las nóminas del personal que, según ley de entonces, el personal cobraba: o un sueldo garantizado, o un sueldo inicial más el 15% de servicio que se le cargaba al cliente en factura; si con el sueldo inicial más el 15% no alcanzaba el importe del garantizado, la empresa le abonaba este, y si los dos lo superaban, cobraban este último, con lo que había que hacer dos liquidaciones al mismo trabajador para saber cual le era  más favorable. Y la parte proporcional mensual de las pagas de Julio y Navidad.

El reparto del 15% de servicio, no era por igual para todos los trabajadores del hotel. Al personal del comedor le correspondía un 5%, al de pisos un 3.5%, al de recepción-consejería un 3%, al de cocina el 2% y de lavandería un 1.5%. Tenía que calcular el importe de cada dependencia y repartirlo entre el numero de trabajadores que había en ella. Todos estos cálculos a mano, sin calculadora.


El cambio de trabajo fue radical, así como el uniforme. El nuevo consistía en traje negro, camisa blanca con cuello duro, (almidonado) y corbata negra, y yo con quince años.  Estoy en la fotografía con Ignacio Vergara y otro que me sustituyó como botones, y que murió poco tiempo después, su nombre no lo recuerdo, era hijo de un tal Antoñete que vivía en la calle Iglesia.
  
La pieza principal en la recepción de un hotel es la mano corriente (hoy en ordenador), en ella se anotaban, al momento, todos los gastos que iba produciendo el cliente en el conjunto de todos los departamentos, mediante un vale con el número de habitación del cliente y los extras que se le ha servido, aparte de la pensión completa, bien en comedor, en cafetería, en pisos, en conserjería (teléfono) en lavandería (lavado y planchado de ropa) valorarlos y cargárselo en su casilla. 

Esta "mano corriente" era una hoja de papel recio de unos 80X70 centímetros, en la que las columnas horizontales eran para los nombres de los clientes y los  cargos del consumo, y las verticales para el número de habitación, nombre del cliente, número de personas, pensión completa, habitación, gastos en comedor, en cafetería, en bebidas, en teléfono, en lavandería y otros, suma del día, suma anterior y suma a seguir. Continuaba para el cierre de la factura, importe, impuestos, 15% de servicio, (que antes he contado para que) y total de la factura, las sumas de todas estas columnas verticales, tenía que coincidir con el total de las horizontales, todas  sumadas a mano, sin calculadora...

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